Trujillo: Descubren a sacerdote manteniendo relaciones con su empleada
El celibato obligatorio es la peor carga que el Vaticano puede imponer a un ser humano que vive ante todo con otros seres humanos y humanas. No cabe hacer un juicio de su conducta por tener relaciones con una mujer, la desaprobación que corresponde es por el daño que ocasiona al interior de una familia a la que debe servir. Ningún marido, ni mujer, tiene que cargar con las consecuencias de la traición, que es lo que en sí resulta inmoral, el engaño, el quiebre de la confianza. Si la mujer hubiese estado libre de compromisos y dispuesta a darse por entero todo al buen curita, y viceversa, no sólo hubiera dicho provecho, sino a disfrutar de esos dones que Dios y la naturaleza nos otorgó para darles uso no sólo con fines de procreación.
Por supuesto que habrá católicos que crean que el cura debe ser célibe o no ser cura, como Cristo. Pues los curas no son Cristo y todos los apóstoles estuvieron bien acompañados. La decisión de que los curas no se junten con mujer es una decisión de unos seres humanos ubicados en la jerarquía de la Iglesia, es decir no es doctrina bíblica, se puede cambiar. Además esa idea tiene un trasfondo misógino (de odio a las mujeres) porque desde los católicos conservadores siempre se ha tendido a pensar que ellas, como Eva, son las portadoras de la tentación y por ende de la decadencia del hombre, primero en la creación, que por culpa de ellas perdió su estancia en el paraíso. Dicho esto tampoco sería obligatorio que todos los curas se arrejunten con una fémina.
Una lástima por este señor cura pero no se trata de curas castos o incastos sino de alguien que a sabiendas participa de la traición de la confianza del marido de la mujer. Y por supuesto no se trata de juzgar sólo al cura sino también a la mujer que se ha jamoneado a costa de su marido, su familia y la propia iglesia, comunidad de creyentes.
Ahh! y hoy es día de mi tierra, del nacimiento del héroe del morro de Arica que trabajó en Carabaya - Puno; y del inicio de la revolución del cacique de Tungasuca, Surimana y Pampamarca en Tinta, al ladito de Puno a la que se les uniría Pedro Vilcapaza en Azángaro - Puno. Yo festejaré más por lo primero con un delicioso Huajsapata que por lo que sigue.
Edgardo Rodríguez
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